Comunismo, pobreza y esperanza como factores para acceder
al poder
Eduardo
Garibay Mares
Sábado 11
de abril de 2015
“Poderosas corrientes de
pensamiento y acción que se entrechocaban durante la Revolución francesa,
corrientes que tan íntimamente dependen de la naturaleza humana, que fatalmente
han de reaparecer en los acontecimientos históricos del porvenir”. Pedro Kropotkine
Precursoras
de la Francia revolucionaria, ideas comunistas señalaban que en las
desigualdades de fortuna y en la acumulación de lo superfluo en manos de unos
cuantos, radicaba el obstáculo para el establecimiento de la libertad
democrática, siendo por eso que fueron formuladas desde el inicio de la
Revolución resultante del proceso social y político que, iniciado en 1789, se
desarrolló en la década culminada en 1799, año en que al estallido
revolucionario del 14 de julio el pueblo se lanzó a la calle en abierta
rebelión y tomó por la fuerza la Bastilla, fortaleza militar, prisión y símbolo
del absolutismo monárquico, al cual el pueblo abolió al asimismo proclamar la
República y eliminar las bases económicas y sociales del antiguo régimen.
Si
bien la organización política de Francia osciló entre república, imperio y
monarquía, durante los setenta y cinco años posteriores a la primera República,
luego que ésta cayera tras el Golpe de Estado napoleónico, lo cierto es que la
Revolución Francesa marcó el final definitivo del absolutismo y dio a luz a un
nuevo régimen donde las masas populares, en algunas ocasiones, y luego la
ciudadanía, se convirtieron en la fuerza política dominante en el país.
República y electores
Desde
entonces, además de exigir el derecho de todos a la posesión del suelo y la
igualación de las fortunas, en tratados en torno a electores se afirmaba:
primero, que la igualdad de los derechos políticos no daría nada sin la
igualdad de hecho; y segundo, que la igualdad representa la finalidad del arte
social, puesto que la desigualdad de las riquezas, la desigualdad de estado y
la desigualdad de instrucción son causa principal de todos los males.
Tiempos
en que igual se plantearon reivindicaciones del proletariado, cuando la idea de
clases distintas con intereses opuestos fue expresada claramente por Lambert,
el llamado “amigo de los que no tienen nada”, que en su obra Cuaderno de los
pobres comprendió desde trabajos productivos, salario suficiente y lucha contra
el dejar hacer de economistas burgueses, hasta la oposición de la cuestión
social a la cuestión política, con sustento en que no había ni habría jamás
sino dos clases distintas de ciudadanos: los propietarios y los
no-propietarios: los primeros dueños de todo, y los segundos sin poseer nada.
Tiempos en que al preguntar: de qué servirá una Constitución sabia a un pueblo
de esqueletos descarnados por el hambre, la única respuesta asimismo era: de
nada.
Por
eso fue que tras la toma del Palacio de las Tullerías, el 10 de agosto de 1792,
y más todavía luego de la ejecución del rey Luis XVI, el 21 de enero de 1793,
la resuelta propagación de tales ideas causó temor entre los ardientes
defensores de la propiedad, por la influencia que causaba en París dicha
propaganda comunista e igualitaria, que conllevó a pronunciamientos tanto para
contrarrestarla, como fue el caso de la propuesta del plan de mutualidad, de
seguro entre todos los ciudadanos, opuesto a todo lo que pudiese hundir al
trabajador acomodado en un estado en que se viese obligado a vender su trabajo
a vil precio, como para consolidarla, al proponerse despojar a los ricos de sus
grandes fortunas, ya fuese por un impuesto progresivo o imponiéndoles por la
ley una derivación natural, de lo superfluo, hacia los establecimientos de
utilidad pública, dado que las grandes riquezas constituían un obstáculo
opuesto a la libertad.
Socialización de tierra,
industrias, productos y comercio
Más
allá iban las ideas de quienes luchaban porque ningún ciudadano poseyese más de
una cantidad fija de tierra, y que nadie heredase más de determinada cantidad
de dinero, por considerar que la causa primera de los males sociales consistía
en que había hombres que se hallaban bajo la dependencia directa y no recíproca
de otro, y que era así como se formaba el primer eslabón de la cadena de la
esclavitud. Mismos que no sólo se burlaban de las pequeñas propiedades
fragmentarias que se querían dar a los pobres, cuya existencia siempre sería
por ello precaria y miserable, puesto que se prestaba a que quedasen al
arbitrio de quien así los hacía dependientes; sino que igual exigían
instrucción integral, enseñanza de un oficio manual a cada adolescente,
restitución de propiedades por la revolución, y limitación del derecho de propiedad.
Revolucionarios que tendían a la resolución igualitaria en un sentido social, y
por ello portavoces de movimientos comunalistas y comunistas, así como de
movimientos también contra los agiotistas, cuya idea después sirvió de base al
mutualismo y al Banco del Pueblo de Proudhon, cuyo propósito consistía en que
todo beneficio resultante del cambio en los bancos, recayese en toda la nación,
no en particulares, puesto que resultaban de la confianza pública de todos en
todos.
Aunque
con clara superioridad por ir derecho al objeto, al incidir en la repartición
de los productos, el comunismo no se presentó en 1793 con el conjunto doctrinal
adquirido después, sino emergido sólo en torno al problema de las subsistencias
y al problema de la tierra, las necesidades del momento. Sin embargo, en él se
encuentran ya los tres aspectos principales del comunismo: el de la tierra, el
de la industria, y el del comercio y del crédito, no obstante aparecer
fragmentario, subjetivo, y bajo aspectos diversos, e igual permanecer parcial,
puesto que admitía posesión individual al lado de la propiedad comunal y
también, tras proclamar el derecho de todos a los productos de la producción,
asimismo reconocía un derecho individual sobre lo superfluo, al lado del
derecho de todos sobre los productos de primera necesidad.
Comunismo, democracia y
bienestar
Así
fue que tras el triunfo revolucionario, al grito de ¡Libertad, Igualdad y
Fraternidad!, hubo quienes trataron de poner en práctica dichas ideas, entre
1789 y 1793, de hecho y por la acción de las fuerzas locales sobre el terreno,
mediante la unión directa de ciudadanos de todos los municipios de la
República; siendo ellos mismos los que pretendían asegurar las conquistas de la
democracia con un movimiento hacia el comunismo, esto es, al deslizar el
comunismo en la democracia, a pesar de que ya se había evidenciado que la
democracia perdería sus conquistas, si el pueblo no entraba al campo dispuesto
para las competencias democráticas.
Estrategia
a la que no obstante aunaron la creencia de que se podía llegar al predominio
del comunismo, por la acción de algunos que se apoderasen del gobierno a través
de un grupo activista, el cual llegaba hasta poner su fe en un individuo que
tuviese la firme voluntad de introducir el comunismo por el bien de los pobres:
ilusión funesta sostenida durante el siglo XIX, causante del Cesarismo o Golpe
de Estado, de la fe en Napoleón, de la fe en Benjamín Disraeli, es decir, de la
persistente esperanza, hasta hoy ominosa, en un gobernante salvador.
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