sábado, 22 de febrero de 2014

Hermanamiento José María Morelos y Pavón. APREFOJAC - APECOMOR. Febrero 17 de 2014



Sentimientos de la Nación, 1813 Constitución de Apatzingán, 1814 Estado de Morelos, 1869

Memoria histórica de aporte al presente
y de proyección al óptimo porvenir de México

Hermanamiento José María Morelos y Pavón
Asociación de Prensa y Fotógrafos de Jacona, A. C., APREFOJAC – Asociación de Periodistas y Comunicadores de Morelos, APECOMOR




La esclavitud se proscriba para siempre y lo mismo la distinción de castas: Morelos



Resiste en Cuautla el general José María Morelos y Pavón el ataque de Calleja

Eduardo Garibay Mares
Prensa Libre
Jacona, Michoacán. Número 874. Lunes 17 de febrero de 2014
Página 2

Iniciada el 19 de febrero de 1812 la acometida del brigadier Félix María Calleja, al frente de todas las fuerzas disponibles del ejército virreinal, las tropas insurgentes al mando del general José María Morelos, con tres mil hombres en sus filas, resistieron con éxito el ataque y repelieron a los imperialistas, en Cuautla de las Amilpas, Intendencia de México.
Esto luego de haberse ubicado un día antes cerca de este poblado, con cinco mil hombres de los mejores batallones del ejército, dirigidos por comandantes que habían luchado a sus órdenes desde los cuatro últimos meses de 1810, como eran los de la Corona, Guanajuato, San Luis y su columna de granaderos, y los escuadrones de lanceros de México, San Carlos, Zamora, España, Tulancingo, Armijo y Morán, reforzados por los hispanos recién llegados de Asturias y Lovera, Calleja de inmediato hizo un recorrido circundante con quinientos soldados, hasta ubicarse a media legua, en Cuautlixco, observado desde lo alto del convento de San Diego por Morelos, quien presto se hizo acompañar por cincuenta hombres de su escolta a fin de acometer la avanzada de Calleja, que ya había dispuesto la emboscada con soldados de infantería y un cañón, por lo que en medio del tiroteo, aunque destrozado el cañón por los independentistas, al batirse Morelos espada en mano entre las filas contrarias que ya lo rodeaban, el general Hermenegilo Galeana acudió con un contingente a reforzarlo en su resuelta lucha, para retornar no sin antes poner en huída a los soldados de Calleja.
Así fue que tras la escaramuza del día anterior, a las siete de la mañana del día 19, cuatro columnas de infantería imperialista avanzaron de su campamento hacia el convento de San Diego, y mientras dos se desviaron, una a la derecha y otra a la izquierda, para atacar a cada flanco del pueblo, las otras dos prosiguieron de frente, con la artillería al centro y cubiertas a los lados por caballería, con Calleja a la retaguardia en una carroza, dirigidas sobre el extremo norte de la calle Real, donde ya los esperaba la organizada defensa, con indicaciones de Morelos para abrir fuego hasta que las columnas enemigas llegasen a la plaza de San Diego, con Galeana en el mando bélico, a la vez que le encomendó el sector de Santo Domingo al general Leonardo Bravo, y el de Buenavista al general Mariano Matamoros.
Esto es, que posicionado Calleja en el primer arco del acueducto de Buenavista, la avanzada central continuó con los granaderos a las órdenes de Pedro Segarra, y con los artilleros de San Luis dirigidos por Juan N. Oviedo, quien al llegar a la plaza y tratar de apuntar sus cañones a la trinchera de los independientes, al abrirse el fuego por ambos bandos fue herido mortalmente con sus acompañantes por los defensores, quienes se lanzaron a la lucha para batirse a tiros a pecho descubierto, guiados por Galeana, al que Segarra identificó y le disparó a quemarropa, fallidamente, por lo que en lucha cuerpo a cuerpo fue muerto por el jefe insurgente.
Todo eso mientras que tras perforar la pared poniente de la huerta del convento e introducirse en el huerto, el Conde de Alcaraz y su gente eran ultimados por los defensores, que asimismo vieron culminado su exitosa batalla cuando una tropa del ejército provincial de Guanajuato, con su jefe Conde Diego de Rul, en su asalto a la trinchera de El Encanto estaba a punto de tomar el pueblo, el niño Narciso Mendoza, de apenas 12 años, al hacer estallar un cañón hirió mortalmente a Rul al arrasar gran parte del batallón, cuyos sobrevivientes huyeron dispersos.
Fue por ello que al filo de las tres de la tarde a Calleja no le quedó más que ordenar la retirada a su campamento, al ver perdida la batalla que tiñó Cuautla con la sangre de cientos de muertos y de otros tantos heridos, entre los que se contaban mujeres, infantes, y ancianos, que en sus hogares fueron alevosamente asesinados por los imperialistas, furiosos al ver fracasada su acometida ante la efectiva resistencia bélica de los contingentes independentistas de Morelos.



Huye ejército virreinal ante defensa insurgente en Izúcar

Eduardo Garibay Mares
Prensa Libre
Jacona, Michoacán. Número 874. Lunes 17 de febrero de 2014
Página 2

Perseguido por los insurgentes, el 26 de febrero de 1812 el brigadier Ciriaco del Llano huyó fracasado en su ataque durante tres días a Izúcar, de la Intendencia de Puebla, e impotente para cumplir la orden del virrey Francisco Javier Venegas, quien le ordenó exterminar aquí a los insurrectos, al mismo tiempo que en Cuautla, donde desde una semana antes los asedia el Ejército del Centro al mando del brigadier Félix María Calleja.
Esto luego que llegado de la ciudad de Puebla con dos mil hombres, con ocho cañones, y reforzado con un regimiento de caballería de la Ciudad de México, acampado en el cerro del Calvario el brigadier del Llano inició a la una de la tarde el ataque a cañonazos, a la vez que acometía la columna del Batallón de Lovera, al mando del mayor José Enríquez, y la del Batallón de Asturias, a las órdenes del mayor Francisco Caminero, cada una portadora de un cañón, y con escuadrones de caballería dirigidos por el coronel José Antonio Andrade, a la retaguardia.
A todos ellos repelieron los independentistas que el general José María Morelos encargó de la defensa del pueblo, comandados por el vicario de Tlacotepec José María Sánchez de la Vega, quien recién lanzado a la revolución el anterior día 9 reforzó la guarnición con quinientos hombres, armados con machetes, lanzas, hondas, fusiles, y con un pedrero, sumado a los capitanes Vicente Guerrero, Vicente Sánchez, y Sandoval, con sus tropas de doscientos hombres, acrecentadas por cien vecinos voluntarios.
De ahí que al sostenerse invencibles los defensores, que a partir del día 23 lucharon lo mismo desde sus parapetos y trincheras ubicados en la Calle Real, que sobre las azoteas y dentro las casas previamente aspilleradas para disparar al exterior, a las cuatro y media de la tarde Enríquez, Caminero y Andrade dejaron tirados a muertos y heridos, al volver derrotados a su campamento.
Vencidas sus tropas, del Llano bombardeó tarde y noche las fortificaciones del poblado, y temprano al siguiente día 24 mandó atacar con cuatro cañones y casi toda la fuerza, al mando de Andrade, que enfiló la caballería a las dos entradas del poblado, en tanto que él se quedó con un batallón para apoyar la artillería, que proseguía atacante cuando sus tropas abrieron fuego contra defensores de la calle principal y de la plaza, misma que el padre Sánchez cubrió con gente situada en el atrio de la iglesia y casas del entorno, que al impedirle a Andrade acercarse siquiera al área defendida lo obligó a desistir del asalto, por lo que al escuchar éste el alegre sonar de las campanas al ordenar la retirada, enfurecido incendió a su paso los barrios de Santiago y del Calvario.
Una nueva derrota por la que entre cañonazos lanzados el 25 contra la población durante todo el día, aunque sin intentar otro asalto, del Llano leyó con gusto la carta en la que el virrey Venegas le ordenó desistir de tomar Izúcar y ponerse de inmediato a las órdenes de Calleja para arrasar Cuautla.
Así las cosas, fue al amanecer del 26 los defensores combatieron al enemigo, que desplegado frente a sus fortificaciones abrió fuego a pie firme y con dos cañones, mientras del Llano descendía del cerro con la división a su mando y tomaba otro rumbo, en retirada, seguido por el batallón de ataque distractor, por lo que dejado a resguardo este lugar con doscientos hombres y el pedrero, el padre Sánchez y Guerrero persiguieron a del Llano hasta obligarlo a sostener un combate frontal, que se dio en el paso de la barranca de Tlayacaque, donde al volver a huir perdió un cañón que tomaron los insurgentes a su regreso a Izúcar, en tanto que los imperialistas corrían rumbo a Cuautla.



Datos enlazados a la historia

Eduardo Garibay Mares
Prensa Libre
Jacona, Michoacán. Número 874. Lunes 17 de febrero de 2014
Página 2

Aspillera: Abertura larga y estrecha en un muro para disparar a través de ella.
En batería: Forma de colocar los cañones de manera que queden paralelos entre sí.
Guarnición: Tropa que protege una población.
Izucar: Por decreto del gobierno del estado de Puebla, el 29 de octubre de 1825 se le erigió ciudad y cabecera del municipio de igual nombre: Izúcar de Matamoros, en honor de Mariano Matamoros, cura de Jantetelco, que en el lugar formó el primer ejército mexicano al unirse el 16 de diciembre de 1811 al ejército insurgente de José María Morelos y Pavón, con quien al día siguiente en Izúcar venció al ejército virreinal al mando del teniente Miguel Soto Maceda.
Con una superficie de 514.11 kilómetros cuadrados, la municipalidad se localiza en del Valle de Matamoros en la parte suroeste de la entidad, donde colinda al norte con Tepeojuma, al sur con Chiautla de Tapia, al oeste con Xochiltepec, San Martín Totoltepec, Epatlán, Ahuatlán y Tehuitzingo, y al poniente con Tlapanala, Tilapa, Atzala y Chietla.
Parapeto: Barrera hecha con piedras, sacos de arena, etc., para protección en combate defensivo.
Pedrero: Cañón, boca de fuego antigua, especialmente destinada a disparar pelotas de piedra.
Trinchera: Zanja excavada en la tierra para protegerse en la lucha defensiva.



Pie de FOTO: Placa de mármol a Morelos

“El inmortal José Ma. Morelos nació en esta casa el 30 de septiembre de 1765”: Placa de mármol colocada el 16 de septiembre de 1881, en la fachada oriente de Casa Natal de Morelos, hacia la ahora calle García Obeso, en Morelia, Michoacán. FOTO / Eduardo Garibay Mares.



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