viernes, 27 de marzo de 2015

Carnaval, Cuaresma y Semana Santa. Eduardo Garibay Mares

Carnaval, Cuaresma y Semana Santa

Eduardo Garibay Mares
Febrero 18 de 2015

Precedido por el Martes de Carnaval, el Miércoles de Ceniza inicia la Cuaresma, tiempo de preparación aplicado a celebrar la Pascua, a fin de que la persona cambie, sea mejor y pueda vivir más cercana a Jesucristo, cuya remembranza de vida y obra incide en costumbres tanto de católicos como de no creyentes, así como en tiempos y dinámicas de instituciones públicas y privadas.
Carnaval
El carnaval empieza la semana antes de iniciar la Cuaresma y termina el martes previo al Miércoles de Ceniza. Dicha celebración de reminiscencias paganas demuestra cómo se incorporan culturalmente, en ámbito mundial, diversas y numerosas costumbres que se suman a mascaradas, mojigangas, botargas y disfraces, con que se conjura el mal y se entroniza belleza, fealdad, habilidad y locura, entre otras cosas, además de subvertir el orden en aras de la alegría fugaz. Eventos en que se incorporan animales emblemáticos, como por ejemplo el gallo y el toro, ambos representativos en el imaginario colectivo de valores simbólicos de fuerza y pureza, los cuales solían sacrificarse, por hombres y mujeres, en respectivos rituales de transición a la vida adulta y en torno a la fertilidad.
Es el caso que la tradición carnavalesca arraigada en el estado de Michoacán, tanto en Morelia como en otros municipios de la entidad, donde destaca Tarímbaro, los ritos taurinos han trascendido mediante actos representados por los llamados toritos de petate, que los varones, niños, jóvenes y adultos, realizan al respectivamente disfrazarse de toro, caporal, maringuía e indio apache, para danzar simulando una lucha a muerte con el toro, mientras bailan acompañados por una banda de música en su recorrido por las calles, a la vez que a lo largo del día embriagadoras bebidas son ingeridas por los protagonistas y por algunos espectadores que los siguen en su peregrinar, participantes todos que conjuntamente exponen el carácter y poder simbólico y transgresor del carnaval, insertos en el anonimato que dan el disfraz y la multitud, al definir transitoriamente un caos contrario a la razón, la ley y el orden, que rigen la cotidiana vida.
Cuaresma
Comenzada el Miércoles de Ceniza, la Cuaresma dura 40 días y termina en el denominado Domingo de Ramos, en que inicia la Semana Santa, un periodo en que el color de los adornos usados al interior de los templos es el morado, que significa luto, reflexión y penitencia. Un tiempo durante el cual la gente se compromete consigo misma para ayunar y abstenerse de gustos como fumar, ingerir bebidas embriagantes, comer alimentos o golosinas, etcétera, a manera de sacrificarse para ser mejor, e igualmente compartir algo de lo que se tiene y/o hacer obras en bien de personas y cosas de la creación. Tiempo de perdón y de reconciliación fraterna, la Cuaresma asimismo posibilita erradicar sentimientos como el odio, el rencor y la envidia.
El Miércoles de Ceniza es cuando el cristiano recibe una cruz en la frente, trazada con las cenizas obtenidas al quemar las palmas usadas en el Domingo de Ramos del año anterior. Por ser producto de la combustión de algo por el fuego, la ceniza es símbolo no sólo de caducidad y muerte, sino de humildad y penitencia, por eso es que con imposición de la ceniza, umbral del periodo cuaresmal, los creyentes inician una estación espiritual particularmente relevante, puesto que los prepara para rememorar la pasión, muerte y resurrección de Jesús de Nazareth, el misterio pascual.
La duración de la Cuaresma se basa en el también simbólico número cuarenta, referido en La Biblia cuando cita los 40 días del diluvio, los 40 años de la marcha del pueblo judío por el desierto, y los 40 días de Moisés, y de Elías, en la montaña, así como los 40 días que pasó Jesús en retiro, ayuno y meditación antes de comenzar su vida pública. E igual es evidente que con la pascua prosiguen festejos durante siete semanas, luego del ejercicio de fortalecimiento cuaresmal hecho en las anteriores seis semanas, toda vez que el número seis indica actividad y energía, razón por la cual Dios creó el mundo en seis días, para descansar el séptimo, tal como ocurre cuando a la Cuaresma le sigue justamente la festividad de Pentecostés, a lo largo de siete semanas, que así multiplica para la gente el descanso, del cual es símbolo a su vez el número siete.
Semana Santa
El Domingo de Ramos inicia la Semana Mayor, que concluye al iniciar la pascua el domingo siguiente, esto es, la fiesta por la resurrección del hijo de Dios, que termina hasta siete domingos después. En dicha semana son fundamentales: uno, el Jueves Santo, que invita a profundizar en torno a la pasión de Jesús, al seguir lo acontecido la noche en que fue traicionado y entregado por Judas Iscariote; dos, el Viernes Santo, en cuya tarde luego de presentar el trance que comprende la crucifixión y muerte del mártir del Gólgota, la cruz se yergue sobre el mundo como signo de salvación y de esperanza; y tres, el Sábado Santo, cuando la Iglesia Católica medita la pasión y muerte de Jesucristo sepultado, esperando en oración y ayuno su resurrección.
Conclusiones
El carnaval evidencia que las sociedades son imperfectas y que por ello están perennemente amenazadas por la autodestrucción, como se deja ver cuando la libertad de festejar sin límites conduce a acciones subversivas que ponen todo cabeza abajo, en carnavalesco caos donde la multitud se entrega al desenfreno lúdico y a los excesos, azuzada por el compartido anonimato que dan la máscara, el disfraz y el gentío.
En contraparte, la Cuaresma constituye un tiempo penitencial y de reflexión que posibilita a la persona: primero, la preparación para el perdón y la reconciliación fraterna; segundo, la renovación para reflexionar y ser mejor, así como compartir y obrar bien; y tercero, el cambio para erradicar odio, rencor y envidia, entre otras cosas; todo ello a favor de la sociedad en su conjunto, creyente o no, que tanto en el ámbito social como en el de los medios de comunicación está a menudo acosada por insistentes mensajes que, abierta o solapadamente, exaltan la cultura de lo efímero y el placer como único objetivo de la vida.

Por eso el austero rito de la imposición de la ceniza, al que se suman las expresiones: “Arrepiéntete y cree en el evangelio” y “Acuérdate que polvo eres y en polvo te convertirás”, constituye un exhorto a reflexionar en torno a la inexorable caducidad y efímera fragilidad de la vida humana, sujeta a la muerte, a fin de conllevar a la renovación, mediante una penitencia que es sinónimo de voluntad, de libre y positivo esfuerzo personal, así como de cambio de mentalidad, para una óptima convivencia humana.

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